21 septiembre 2011

Sobre Ifis



Cuentan las crónicas del siglo pasado un extraño suceso acaecido en una pequeña aldea situada en la rancia y seca Castilla. La aldea, Puente Alto, estaba enclavada entre la provincia de Palencia y de Burgos y por su situación se mantenía congelada la mayor parte del año, excepto cuando llegaba el verano.

En esta humilde y armoniosa aldea vivían Don Anselmo de setenta y ocho y su mujer Doña Agustina de veintinueve. Don Anselmo era ciego de nacimiento -o al menos eso decía él- y no se le conocía oficio alguno. Su mujer se dedicaba a coser y a ganar algo para el sustento de ambos. Antes de avanzar en la historia, ha de ser dicho que este no era un matrimonio de interés como actualmente se ven; si la diferencia de edad era tan grande -enorme- es porque el amor no atiende a edades o a nimiedades semejantes. Con esto queda claro que Doña Agustina quería a Don Anselmo no porque le hubiera tocado el mayor premio de la lotería conocido por el mundo el día antes de casarse con él, sino porque lo amaba de verdad. Muchas veces le preguntaba su marido:

- Oye Agustina, ¿tú te casaste conmigo por mi apuesto físico no?

A lo que ella, tras mirar de arriba abajo a ese esperpento viviente, sin dientes, sin carne -todo hueso-, sin pelo salvo en las orejas y babeando constantemente contestaba:

- ¿Por qué si no, amor mío?

Fue en esta tan bien avenida pareja donde tuvo lugar el mayor milagro desde que existe el hombre. No se sabe cómo, pero el viejo Don Anselmo dejó embarazada a la joven Agustina. Éste andaba por la calle y mientras se lo contaba a todo el mundo se vanagloriaba de su hombría y de que “él era muy macho”. Aunque la verdad es que los vecinos de la aldea no lo tenían tan claro. La Pepi -su vecina más cercana- mantenía dos hipótesis: o que Agustina era la segunda Virgen de la Historia, o que cuando el joven practicante iba a ponerle inyecciones no paró de metérsela -la jeringuilla- ni un instante .

Estando Doña Agustina de nueve meses, apenas una semana antes de dar a luz, tuvo un sueño revelador. En mitad de la noche se le apareció su ídolo, Manolo Escobar. Estaba cantando en uno de los conciertos a los que ella había asistido. De repente se paró la música y todo el escenario se desvaneció. Quedaron Manolo y Agustina solos en una cama de matrimonio -esta parte se vio nutrida de la calenturienta mente de la señora- dispuestos a hacer lo que todo el mundo espera: hablar sobre la recesión económica y sus posibles soluciones teniendo en cuenta a Europa como contienente unitario e indisoluble. Pero antes, Manolo la agarró por la cintura en un arranque de pasión épico y le dijo:

- Mira Agustina, he de confesarte una cosa antes de que sea demasiado tarde

- Sí sí, yo también te quiero ¡Fuguémonos rápido!

- No hija no, eso no es lo que te quería confesar. Resulta por lo que estoy viendo ahora que estás embarazada y he de prevenirte sobre esto

- A buenas horas…

- ¿Me dejarás hablar mujer? Tu hijo será niño

- ¡¡¡¿Cómoo?!!! ¡Oh qué desgracia! ¿Qué haré con el viejo que quiere una niña?

- Qué extraño que quiera una niña, si hay que darles dote cuando se casan, gastan más en maquillaje y en vestidos…

- No me preguntes, pero creo que el muy iluso se piensa que así podrá juntar a su hija con el Macario, porque su madre es viuda y tiene mucho dinero. Se ve que lo que tiene de ciego lo tiene de estúpido porque además se piensa que yo me moriré antes que él. Pero ahora sigamos con lo nuestro…

A todo esto, Don Anselmo estaba despierto viendo y oyendo cómo su mujer gemía de placer y parecía incluso tener orgasmos dormida. “Seguro que está soñando conmigo. Desde luego, Anselmo, la vuelves loca hasta en sueños”

A la mañana siguiente, Doña Agustina le dijo a Don Anselmo lo que había soñado -a grandes rasgos- y para hacerle feliz le mintió diciéndolo que su hijo iba a ser niña como él quería.

- Pero ¿estás segura mujer? –preguntaba Anselmo incrédulo

- ¿Como no voy a estar segura si la noticia me llegó de un “ser divino”?

- Quizás de San Gabriel o de algún otro santo semejante ¿no?

- Algo así…

- Lo sabía, sabía que sería niña ¡Oh Agustina de mis entrañas, seré el hombre más feliz del mundo!

Pasada la semana, Agustina dio a luz. Pero por desgracia murió en el parto y tan sólo pudo salvarse la criatura. Le tocaba ahora a Don Anselmo, que se había quedado viudo como nadie se esperaba -excepto él- ocuparse de su hijo. Una vez que se enteró de que su mujer había muerto y de que su hijo se había salvado quiso verlo

- Es un niño muy sano –le dijo el médico

- ¿Cómo que un niño? Eso es imposible. Dirá usted una niña

- Hombre, Don Anselmo, creo que después de treinta y cinco años estudiando Medicina sé lo que digo y mantengo que su hijo es un niño

- De ninguna de las maneras y ya lo verá usted en cuantito que yo lo vea
“Pues usted va a ver más bien poco” –pensó el médico para sus adentros

Entró Don Anselmo en la sala donde estaba su hijo. Fue de cuna en cuna buscándolo y hasta
el quinto intento no destapó al niño correcto. Menos mal que la enfermera se lo indicó porque con sus manazas deshizo varias cunas y sin venir a cuento le levantó la falda a tres enfermeras de buen ver. Empezó a palpar la ingle del bebé un poco alarmado ante la actitud del médico, pero pronto se calmó

- Señor, señor ¡Cuánto tienen que aprender los médicos! ¿Pues no ve usted que lo único que tiene es el clítoris un poco prominente?

El médico estupefacto se acerca al chiquillo y ve lo que era desde un principio

-Pero ¿cómo que “un clítoris un poco prominente”? ¡Su niño lo que tiene es una tranca que es capaz de hacer un agujero en el suelo y sacar petróleo! ¡Este hijo de puta sí que es un superdotado!

- ¡Usted está loco y es un sinvergüenza! ¡En esto se gastó el dinero su padre, en pagar unos estudios a un hombre que no es capaz de diferenciar un sexo de otro! Debería ir inmediatamente a que le revisen la vista porque no ve nada, ¡estúpido!

Enfadados los dos por igual, cada uno tomó su camino. El médico al oculista y Don Anselmo a su casa con la “niña”. Por expreso deseo de su mujer le puso Juana Dolores, Dolores por su madre y Juan por el practicante que tan buenas inyecciones le había puesto durante el embarazo. Anselmo se emocionaba por lo agradecida que había sido su mujer en vida y lo bien que había tratado al desinteresado practicante.

La infancia de Juana Dolores no fue precisamente lo que se dice fácil. Desde pequeña tuvo que luchar contra sus amigas, los vecinos y la aldea entera para demostrar su feminidad, la cual quedaba por los suelos cuando agarraba el garrote de su padre y se liaba a palos con todo el mundo. Para enfadarla aún más las niñas del colegio le cantaban:

“Tiene la Juana
un vestío nuevo
que cuando se agacha
se le ven los huevos;
La Juana sí la Juana no
la Juana es macho te lo digo yo”



A lo que ella respondía con más y más palos que no hacían más que complicar las cosas y evidenciar lo que sólo su padre y ella podían negar.
Pasaron los años y Juana Dolores crecía cada vez más. Se había vuelto una muchachita de pelo en pecho como suele decirse. Su padre la arreglaba cada día con los mejores vestidos que podía una “mocita” de entonces poseer. Le compraba el maquillaje, pañuelos graciosos para el cuello, rimel de ojos… lo normal en estos casos, vamos.

Llegado cierto día, Don Anselmo vio que era el momento de casar a su hija. Empezó a hablar con sus amigos del pueblo y con las vecinas para proponérsela como esposa. Pero todos se negaban en rotundo.

- Mi hijo no sserá de essa hembra mientras yo viva -decía su vecina la Paqui

- Pero ¿cómo que no Paqui? ¡Si mi niña es un ramito de azahar recién cortado que huele a rosas regadas de rocío en una noche de verano! ¡Y porque no hablo de ese pelo de seda que tiene por cabellera y de esas piernas tan finas y delicadas que ni una gacela puede comparársele!

La Paqui miró de reojo a Juana Dolores desde la ventana y no vio más que una cabellera como el estropajo, sucia y maloliente y unas piernas que tenían más pelo que el Yeti.

- Me parece que tu hija esconde un secreto entre esas piernas “tan finas y delicadas”. Porque si no, ¿cómo es que la barba de la cara le llega hasta las rodillas y huele a vino que echa para atrás?

- ¡Bah, tonterías! Eso es que tú no entiendes. Ese vellillo superfluo es algo natural en las mujeres de raza, a los hombres nos vuelve locos. Y eso de que huele a vino, no te creas que es porque está en la taberna como un hombre todo el día bebiendo, sino porque gracias a Dios y a todos los santos mi niña es la más piadosa de toda la aldea y está siempre en misa; claro de tanto comulgar…

La Paqui se callaba para no estallar de la risa sabiendo de sobra lo que “comulgaba” su hija en la iglesia, pero viendo la buena fe de aquel hombre y su ceguera lo declinó cortésmente y zanjó el tema.

De entre todos los candidatos que había -ninguno- se decidió por el Macario, el tonto del pueblo. Su intención era la de juntarse también con la madre de éste y unir así las tierras colindantes entre una familia y otra para aumentar su hacienda.

Juana Dolores, toda ella llena de lágrimas y sollozando como una princesa a la que le han robado su príncipe, marchó a la iglesia en busca de consuelo. Necesitaba emporrarse y coger un buen colocón; sólo así se le pasaría el disgusto de su matrimonio forzado. En toda la aldea era sabido que el cura -llamado cariñosamente Julianín por su juventud y su bondad- era el mayor traficante de marihuana de la provincia. Nadie pudo nunca saber de dónde la conseguía -quizás del mismísimo Dios- pero lo cierto es que la vendía de contrabando en el confesionario todas las tardes a partir de las cuatro. Este dinerillo que ganaba se lo guardaba debajo del colchón para algún día dejar los hábitos y casarse con la mujer que más amaba y que le robó el corazón desde el primer momento: Juana Dolores.

La muchacha fue al confesionario con el mono de una semana sin darle. Iba con gafas de sol para evitar ser reconocida; se puso de rodillas en el confesionario y el cura abrió la ventilla.

- A ver "maría purísima"-dijo ella con los nervios perdidos

- Pero Juani, ¿qué te pasa? ¿por qué estás tan triste?

- ¡Ay Julianín de mis entrañas y de mi corazón! Mi padre me va a casar con Macario, el tonto del pueblo

- ¿¿Cómo??

- No te hagas el sorprendido, sabías muy bien que este día iba a llegar. Es evidente que soy irresistible y tú lo tienes más que comprobado, era sólo cuestión de tiempo

- Ya lo sabía yo. Claro tú vas provocando con ese escote y esas piernas de gacela -se presignó- que Dios te dio

- Pero ¿qué haremos amor mío? Yo querría casarme contigo en Cuba y vivir allí hasta la muerte a tu lado...

- Tranqui Juani que de ésta salimos. Vamos a ver ese Macario ¿no es tonto? Pues no quebrantarás la voluntad de tu padre y “te casarás” con él. Yo mismo oficiaré la boda

- ¡Desde luego, no tienes corazón! ¿Querrás ver a tu Juani de tu alma casada con otro? ¿Serías capaz? -Juana Dolores agarró la “maría purísima” y salió del confesionario.

- Pero Juana no te me pongas así mujer -dijo mientras la agarraba del brazo- tú siempre serás mía y sólo en ti pensaré hasta el día en que me muera. Pero por favor déjame hacer las cosas a mi manera que, Dios mediante, ya nos arreglaremos.

- Porque es Dios el que te viste y porque soy yo hembra pasional y decente te creeré y haré cuanto me mandes.

Al mes siguiente se celebró la boda. No sin mucho trabajo Don Anselmo pudo meter a su hija en el vestido de novia que le costó más de tres mil euros por haber necesitado las dos velas que llevaba el Titanic antes de hundirse para confeccionárselo. Julianín ofició la ceremonia y de vez en cuando derramó lágrimas que él decía que eran de emoción, pero que no eran sino lágrimas de dolor, lágrimas de impotencia por darse cuenta demasiado tarde de lo que había pasado; que el hijoputa del monaguillo, al que antes había reñido por amanecer borracho y desnudo sobre el altar mayor, le había puesto una chincheta en la parte baja de la sotana y le estaba destrozando las entrañas.

La boda acabó sin incidentes reseñables y Juana Dolores y Macario se fueron de luna de miel a Cuenca. Cuando llegaron al hotel ella se echó sobre la cama y a Macario le empezaron a temblar las piernas.

- Macario, sin protección, nanai de la China eh

- Tranquila mujer, que me tengo puesto er condón ende que salimo de l´iglesia

Ya más conforme y antes de hacer nada, Juana le hizo firmar una papel que dijo ser el de la factura del hotel; muy gustoso estampó su firma y se puso dispuesto para la faena. Pero lo que se esperaba el torero no era precisamente lo que se encontró. Macario metió la mano allá por donde su lujuria le llevó y se topó con una sorpresa.

- Oye Guana -dijo espantado- yo zeré er tonto der pueblo pero ende que era chiquetito zé diferenciá a ziete leguah loh pepinoh de Murcia de los jigoh chumboh

- Bueno, ¿qué pretendes insinuar?

- ¿Cómo que qué prentendo insinuar? ¡¡Que tiés un rabo que te llega hasta er tobillo!!

- Bueno hijo tú eres tonto y no me has visto decir nada ¿a qué no? Ahora te toca apechugar con este cuerpo serrano que te ha caído en suerte, aunque si te digo la verdad no estamos casados
En ese momento apareció el cura de dentro de la maleta

- Pues así es Macario. No estás casado con mi Juani, el que se casó fui yo, que en lugar de poner tu nombre en el registro puse el mío. Aunque no por ello dejas de ser de la familia y no quiere decir esto que no te querramos, pues mi Juani y yo siempre deseamos con todo nuestro corazón tener hijos y por desgracia -Dios sabrá por qué- mi pobre mujercita es un poquito estéril, sobre todo de lunes a domingo y en años bisiestos, y ,claro, esto dificulta que podamos tener descendencia. Por eso te hemos adoptado

- ¡¡¡Cómoooo!!! ¿Que me ehtá iziendo Gulianín, que uhté y la Guani zon mih pareh? Pero, ¿cuándo ha zio ezo? Por que yo no he firmao ná.

- Pues ahora mismo acabas de firmar este papel -Julianín lo tenía en la mano- el que tú creías que era la factura del hotel. A partir de hoy serás nuestro hijo. Pero esto no puede trascender de aquí, sobre todo en el pueblo debe seguir creyéndose que tú y Juani estáis casados. Como nos iremos a Cuba nadie se enterará

Pero a Macario todo aquello le venía grande -en todos los sentidos- y decidió marcharse al pueblo para olvidar tan aciago día de su vida. Todo era un plan tramado por la pareja para evitar tener que cargar con el mochuelo del tonto y, por suerte, resultó; aunque la verdad, no fue muy difícil engañar a semejante borrico.

El pobre Macario regresó al pueblo con el corazón partido en dos y le contó a su madre todo lo ocurrido.

- ¡Ya lo sabía! ¡Ese desgraciado Anselmo nos ha engañado! Vayamos a su casa que me va a oír

Llegaron ambos y llamaron a la puerta de Don Anselmo. Éste al ver a su “yerno” se sorprendió un poco

- Pero bueno, Macario, ¿qué tripa se te ha roto ahora hombre? ¿acaso habéis perdido el autobús? Desde luego, la juventud de hoy en día. Pero bueno, lo importante es que me hagas pronto abuelo

- ¡¡¿¿Abuelo??!! -gritó la madre de Macario- La madre que te parió Anselmo, ¿cómo vas a tener nietos si tu hija es un macho? Por eso ha venido mi pobre niño huyendo desde Cuenca, asustaíto que me ha llegao el pobre -dijo mientras le acariciaba el pelo

- Y dale con lo mismo. Seguro que no salió huyendo por eso, sino porque mi Juana Dolores es una mujer demasiao para tu chiquillo, que es un mindundi y un picha corta

- Hombre, comparada con ella... -añadió Macario avergonzado mirando al suelo

Mientras se desarrollaban estos hechos, que posteriormente desencadenaron una guerra entre vecinos, Juana Dolores y Julianín ya llevaban dos meses en Cuba. En verdad que no hubo pareja más feliz que aquella, pues lo que en un principio vetó la sociedad por completo, tuvo que hacerse realidad en Cuba, donde los sueños se cumplen. Y ya a miles de kilómetros de España, vivieron su amor dos jóvenes muy singulares que se amaban a rabiar. No habrá conocido la Historia pareja mejor avenida, y esta leyenda ya se narra por todos lares, por esta, nuestra España, y por todo el globo, siendo el asombro inmediato de todos los públicos que, enternecidos ante el loable hecho, aplauden hasta la extenuación a todo buhonero o cuentacuentos que se digna a narrar la mejor historia de amor, la más pura y la más verdadera, jamás antes sucedida.






11 septiembre 2011

Nuevo curso

Con la entrada del curso 2011-2012, desde Filología Clásica - Universidad de Sevilla, os invitamos a TODOS los clásicos que estén dispuestos a echarnos una mano a colaborar con sus apuntes, trabajos, prácticas, ejercicios y cualquier material que ayude a aclarar dudas y avanzar con paso más firme en esta apasionante aventura clásica.
Ánimo a todos aquellos a los que están de exámenes en septiembre.

¡Nos vemos en las aulas!